domingo, 19 de febrero de 2012

7.1 (M) Beauty Spot

La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas suele ser muy política y de vez en cuando comete sendos errores al otorgar su premio a Mejor Película (Crash o The King's Speech en lugar de Brokeback Mountain o The Social Network, por citar dos ejemplos recientes). Con la reserva de que The Descendants y The Help todavía no llegan a Mexicali (al parecer la autonombrada "capital del cine" tiene una cartelera de estrenos donde nuestra ciudad no figura en su lista "A") es claro que la gran favorita para ganar el Óscar más importante dentro de dos semanas debe ser "The Artist".

¿Qué no se ha dicho al respecto de esta atrevida apuesta de Michel Hazanavicius? Yo les puedo asegurar que la principal razón que le aprecio a "The Artist" para que gane este 26 de febrero no solamente es la calidad de una inusual pieza cinematográfica sin diálogos y en blanco y negro, sino la esencia del filme que es su historia entrañable que evoca ese Hollywood del que muchos solamente sabemos por libros y viejos negativos (y no me refiero a los críticos mala onda). The Artist, como también lo hace Hugo en otro nivel, es la celebración del cine por el mero placer de contar brillantemente una buena historia a 24 cuadros por segundo.

En cuanto a los detalles, me causa gracia que todo mundo habla del perro que aparece en The Artist, y aunque justo después de ver la película lancé un "tweet" donde considero que dicho canino está sobrevalorado, mi punto es que la "actuación" de Uggie no es mala pero tampoco es lo más brillante en que se apoya el éxito de la cinta de Hazanavicius, ya que la interpretación de Jean Dujardin, la partitura de Ludovic Bource y la fotografía de Guillaume Schiffman (porque filmar en blanco y negro no es necesariamente más fácil que en "technicolor") son parte de la gran cadena de aciertos que han hecho a The Artist el rival a vencer en el (próximamente "ex") Teatro Kodak de Los Ángeles.

Además de los ya mencionados, considero otros dos elementos que para un servidor completaron el "truco" de hacer agradable esta gran película:

1) Bérénice Bejo cada momento que entra a cuadro brilla con luz propia como Peppy Miller, la joven sensación que se convierte en la nueva gran estrella en el momento histórico en que la industria de Hollywood apuesta por el cine sonoro, un cambio que George Valentin (Dujardin) no piensa seguir y prefiere seguir creyendo en la propuesta más artística del cine mudo (dónde él ha sido el referente).
Pienso que la escena donde se encuentran Peppy y George en el camerino es el "lunar" que hace de esta película algo distinto a lo que estamos acostumbrados a ver. Ese lunar o "beauty spot" es el mismo distintivo que hace que Peppy sea diferente a todas las jóvenes actrices de su época.

2) La dirección de arte y locaciones. La recreación de Hollywood entre 1927 y 1932, el carácter de la ciudad de los sueños donde se gestó la industria cinematográfica que hoy disfrutamos, con sus fachadas art decó, los tranvías y sin faltar un cameo del edificio más fotografiado en la historia del cine: el Bradbury, de fama célebre en Blade Runner y más recientemente seguro que lo ubicarán al final de (500) Days of Summer.
Las ciudades siempre tienen un crédito muy poco valorado, basta preguntarles ¿cuántos de ustedes se quedan al final de la película hasta que deja de correr el proyector? En este mundo de prisas y vértigo no cae mal de vez en cuando hacer interesantes descubrimientos desde que aparece el nombre del director y hasta el último crédito.

Es un alivio que, en medio de tanto problema y horrores de la vida cotidiana, el cine nos dé esta oportunidad de escapar de la realidad por 100 minutos y recordar lo importante que es mantener intacta la capacidad de soñar. Esta próxima entrega de Óscares tiene muy buenas películas y a la cabeza están The Artist y Hugo, ambas realizaciones que son vivo ejemplo de la misión original de ese cine de antaño que convirtió a una secuencia de imágenes en movimiento en el medio por excelencia para contar historias de todo tipo. Hazanavicius y Scorsese han demostrando que, en pleno siglo XXI, tanto la ausencia de color o diálogo como la presencia de una tercera dimensión pueden ser recursos poderosos para agregar valor a la película cuando hay genios trabajando.

Vayan a ver The Artist y Hugo mientras estén en cartelera, no se arrepentirán.

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